jueves, 21 de noviembre de 2013

Bachillerato y regreso repentino

Antes de empezar: Procrastinator: En inglés, aquella persona que hace todo a última hora. De ahí el término inventado y muy útil de procrastinar, que utilizo recurrentemente en esta entrada.


Buenos días, tardes, noches (sí, a estas alturas del otoño ya es de noche bastante pronto). Hace mucho que no escribo. La verdad, demasiado y es que un blog requiere de tiempo, paciencia y ganas, y yo estaba falta de esas tres a finales de 4º de la ESO, lo cual es bastante comprensible teniendo en cuenta que la perspectiva de tres exámenes por día durante mayo y junio no me resultaba muy halagüeña.

Así que lo dejé sin muchas esperanzas de volver a pisar este mi adorado blog. Pero, contra todo pronóstico,
Imagen preciosa y bucólica 
aquí estoy, en Noviembre, más de medio año después.

El tema del día, cómo no, es el bachillerato y es que, al contrario de lo que muchos creen, bachillerato se puede tomar con calma siempre y cuando las notas no sean la prioridad del estudiante que lo cursa. Tomarse con calma bachillerato es una opción un tanto kamikace, y, en mi opinión, solo aceptable para la gente aventurera, para esa a la que le gusta arriesgar. Aún y con todo, considero que este primer nivel de la educación no obligatoria es bastante apto para procrastinators, independientemente de la rama escogida.

Y es que, si de las treinta personas que conforman una clase, diecisiete no entregan el trabajo de lengua a tiempo (a saber: un lunes), significa que al menos seis de ellos procrastinaron demasiado. Los otros nueve simplemente no hicieron el trabajo o se lo olvidaron en casa. De los trece que entregaron el trabajo, diez procrastinaron y les salió bien o medianamente bien y los otros tres.. bueno... En términos adolescentes, hacerlo en el último momento significa domingo por la noche... Así que los otros tres lo hicieron con mucha antelación y lo terminaron el viernes.

Bonito esquema ilustrativo para dramatizar la situación:

- 17 no han entregado el trabajo.
                       - 6 han procrastinado demasiado.
                       - 11 no lo han hecho o se lo han dejado en casa.
- 13 lo han hecho
                      - 10 han procrastinado.
                      - 3 han procrastinado menos.

Conclusión: Las treinta personas de esa clase son procrastinators, lo hacen todo a última hora, y la única diferencia entre los unos y los otros está en las cantidades (ingentes) de café que han tomado para hacer el trabajo de lengua.

Mi pregunta es: ¿Cuántas de esas personas sobrevivirán al primer asalto?

A estas alturas de la entrada, me pregunto por qué en el castellano no disponemos de una palabra concreta para aquellos que lo hacen todo en el último momento, porque, a decir verdad, en España, eso de procrastinar está mejor visto y más generalizado que hacer todo con tiempo y con tranquilidad, sin café y red bulls (no los toméis, niños. Malísimos para vuestro sistema nervioso y cardiovascular) de por medio...


¡Que vuestras cabecitas permanezcan siempre despiertas!